Por Francisco J. Ferrer Arroyo, profesor de Psicología Jurídica de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Abogado. Maestrando en Sociología por FLACSO-Argentina. Autor del libro “Psicología Jurídica”.

Las dos grandes escuelas de psicología

En nuestro continente, la psicología tiene dos grandes ramas, la europea, fundada en el psicoanálisis y sus continuadores (Freud, Lacan, Klein), y la norteamericana, que parte del conductismo de Skinner y Watson, y llega a nuestros días pasando por Cooley, Goffman, Milgram, Asch, Bandura, etc. y hasta la Neuropsicología. Mientras que los europeos han desarrollado una ciencia comprensivista (verstehen, en alemán «comprensión»), que procura entender al otro a partir de ponerse en su lugar —con el riesgo metodológico que ello supone—, los norteamericanos, se han volcado al empirismo puro, es decir, a contrastar sus hipótesis con el experimento. En un primer momento, los europeos les criticaban a los americanos que querían medir estadísticamente todo, hasta el amor; y estos les contestaban que la psicología europea era una suerte de mitología con elementos tan oscuros como el inconsciente freudiano, que al no poder medirse, nadie podía asegurar científicamente su existencia.

Los avances de la disciplina y la globalización han hecho que las asperezas se limen, aunque cada escuela tiene y tendrá siempre sus marcas de origen, ambas corrientes han sido útiles, brindando a cada grupo humano lo que ellos necesitaban. Los europeos, la escucha atenta y la ayuda a encontrar en uno mismo la solución a los conflictos existenciales, y los norteamericanos, por vía cognitiva, la solución práctica y rápida de un conflicto puntual y determinado. Ninguna es mejor o peor. Absurdo sería adherir o rechazar fanáticamente alguna de ellas. En realidad, cada pueblo tiene la terapia que le funciona, y si funciona para que su gente sea más feliz, bienvenida sea.

Psicología y Derecho

Ahora bien, llevar los conocimientos de la Psicología al campo del Derecho no parecía fácil. ¿Cómo podían mezclarse la leyes con la teoría de Edipo de Freud o el condicionamiento clásico de Skinner (similar a las ratas de Pavlov, más conocidos por todos)?

La respuesta no es del todo complicada, pus tanto la Psicología como el Derecho estudian la conducta humana. La psicología para comprenderla, y con ello, al permitirle al sujeto comprenderse, poder manejar su vida (controlarse, motivarse, etc.). Por su parte, el derecho la estudia para prevenir comportamientos contrarios al bien común, y así elabora leyes que al violarlas hacen pasibles a los individuos de sanciones que procuran modificar sus conductas.

Permítaseme una digresión que aclarará el punto. Los padres cuando educan a sus niños a partir de premios y castigos (hasta ahora no se conoce otra forma) lo sepan o no, parten de la teoría de condicionamiento clásico de los psicólogos conductistas. Claro que lo mismo hace el legislador cuando promulga leyes que castigan algunos comportamientos, o premian otros (condonaciones impositivas, por ejemplo). En ambos casos —y en muchos más— se usa la psicología; y si todos estamos de acuerdo en que es útil que todo padre sepa psicología, se compartirá que también es útil para todo hacedor de leyes (legisladores y jueces) conozca del tema. Y he aquí el primer vínculo entre las leyes y la psicología.

Pero el vínculo no termina allí. Al abogado litigante también le resulta útil conocer algo acerca de las ciencias de la mente, aunque hay que reconocer que el abogado es una suerte de psicólogo intuitivo. En efecto, cuando se esfuerza en convencer a los miembros de un jurado o un tribunal, apela a recursos psicológicos, por ejemplo, cuando intenta lograr llegar al otro; generar empatía con los jurados y su caso; o bien, al escoger determinadas palabras o frases para conformar una imagen mental en quien lo escucha. En todos los casos, el abogado opera desde un conocimiento intuitivo de la psiquis humana, y cuando apela a las emociones como el miedo para solicitar penas ejemplares también.

Pero un abogado no hace terapia con su jurado, sino que los ayuda a que ellos descubran la verdad que se encuentra oculta en el caso. Y ahí sí, opera de un modo similar al psicólogo clínico que ayuda a que el paciente acceda a la verdad que se oculta en lo profundo de su inconsciente. Claro que en el caso del abogado, la construcción de esa verdad será direccionada hacia los intereses de su defendido, y salvo que sea un mercenario, hacia la verdad.

Además de una serie de interesantes estrategias de persuasión que puede aportar la psicología para las destrezas que exige el litigio (ver video de José María de la Jara en este mismo blog), la psicología también aporta conocimientos sobre el campo de la memoria. Los abogados solemos trabajar con ella, y no porque desde la carrera de leyes se nos prepare para recordar números y artículos, sino fundamentalmente a la hora de construir nuestros casos con los recuerdos de los testigos.

En un juicio, lo que suele juzgarse son hechos que han ocurrido en el pasado, y que deberán ser reconstruidos a partir de los dichos de testigos, víctimas y victimarios. La psicología, sobre todo la norteamericana, tiene mucho que enseñarnos en este punto. Pero para ilustrar la cuestión, hagamos un ejercicio con usted lector… Le pediremos que responda una simple pregunta: ¿Recuerda qué ocurrió el 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos…?

Tal vez venga a su memoria el atentado a las Torres, efectivamente, y hasta pueda relatarnos “dónde” estaba usted cuando se enteró y con “quién” estaba a su lado; también puede ser que recuerde si era de día o de noche cuando se anotició. Pero de lo que seguro no se acordará de nada es del día anterior, o del posterior al 9/11.

Es lógico, pues los recuerdos de los días en que sucedieron hechos conmocionantes se almacenan mucho mejor que aquellos días en los que nada novedoso ocurrió. A los recuerdos nítidos como el mencionado, se lo llama recuerdos flash (o flashbulb memories), y se caracterizan por conservar la información muy nítidamente para el individuo. Por eso, si le preguntara nuevamente al lector qué recuerda exactamente del día del atentado, seguramente vendrían a su recuerdo las imágenes de los aviones chocando contra las Torres. Indagando un poco más, nos podría relatar con los detalles las colisiones del primer avión, luego del segundo, las cortinas de humo, la gente cayendo de los edificios, etc.

Pero lo que es singular es que a pesar de que seguramente Ud. está seguro de lo que vio, de su recuerdo, es probable que esté en un error, pues si recuerda haber visto a los dos aviones colisionando, seguramente su mente le estará jugando un engaño ya que el día de los atentados, no se vio por televisión la primera colisión. Es que fue tan sorpresivo que no había filmaciones. La televisión sólo llegó a captar las imágenes del segundo atentado. Las del primero, sólo pudieron ser vistas al día siguiente, cuando un grupo de documentalistas franceses que casualmente estaban filmando Wall Street alcanzó el video la televisión.

Antes de saber esto, muchos de nuestros lectores (no todos, claro) estaban convencidos de haber visto las dos colisiones de los aviones el mismo día del atentado, y ahora ya no. Por ello, con este ejercicio se demuestra la fragilidad de la memoria humana aun en hechos que juzgamos que no podríamos tener errores porque están muy presentes en nuestro recuerdo. Estas ilusiones de la memoria son analizadas por los psicólogos Charbis y Simons junto con otras ilusiones de nuestra percepción y nuestro pensamiento (Charbis y Simons, 2004), y nos hacen ver también la necesidad de que los abogados sepamos que aun un testigo absolutamente seguro de su declaración, puede estar equivocado.

Por esto, y por todo el mundo por descubrir que tiene la psicología para los abogados es importante que los abogados nos vinculemos con las ciencias de la mente. No para hacernos psicólogos, sino para lograr ser mejores abogados.


CHABRIS, C. y SIMONS, D. (2014). El gorila invisible y otras maneras en las que nuestra intuición nos engaña. Buenos Aires. Siglo XXI Editores

 

Fuente de la imagen: Aprendum.com.ar