Cuando hablamos de revolución cultural creo poder hacer una distinción entre dos perspectivas: la cultura como instrumento de la revolución, y la revolución como instrumento de la cultura.

En el primer rubro podemos ver cómo es que distintas revoluciones en Latinoamérica utilizaron la cultura como un instrumento para afianzar la identidad nacionalista que ellos aspiraban. Me refiero a la revolución sandinista y la revolución mexicana. La revolución liderada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional Nicaragüense (FSLN) debe gran parte de su éxito a la música. Dentro de todos sus partidarios destacó el músico y compositor Carlos Mejía Godoy, autor del himno de la unidad del FSLN y considerado como uno los miembros de la nueva canción latinoamericana.

“Yo no sé cuánto debe la Revolución a las canciones de Carlos Mejía Godoy, que lograron organizar un sentimiento colectivo del pueblo, extrayendo sus temas y sus acordes de lo más hondo de nuestras raíces y preparando ese sentimiento para la lucha.” (Ramírez 1983: p.270) Tales fueron las palabras de Sergio Ramírez Mercado, vicepresidente del país en el gobierno del líder del FSLN, en su libro “El alba de oro: historia viva de Nicaragua”. Adicionalmente, en un país que tuvo como poeta a Rubén Darío, la poesía no podía desligarse de su plan nacional. Por esto múltiples dirigentes encarcelados escribían poemas, pero fueron los poemas de Ernesto Cardenal que alcanzaron gran simpatía dentro de FSLN, un éxito que lo permitió llegar a ser Ministro de Cultura en 1980.

Entrar en detalles sobre la revolución mexicana es innecesario, pero sí debemos rescatar al pintor mexicano José Guadalupe Posada, a quien el país se encuentra rindiendo homenaje por su centenario, debido a la influencia de sus murales y caricaturas para las clases bajas en México. La obra de este pintor se centró en el grabado que reflejó escenas costumbristas o folclóricas, pero recargadas de una fuerte crítica social hacia las clases altas. “La Catrina” es su obra más recordada, debido a que es una calavera vestida con un sombrero de estilo europeo, reflejando la aspiración de muchas personas indígenas a ser lo que no son. La influencia de esta pintor desembocó en los murales de Diego Rivera, retratando “La Catrina” en su mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”. Además, su obra fue una inspiración para los fundadores del Taller de Gráficas Popular, conformado por un grupo de artistas que apoyaban la revolución que desarrollaron toda una temática basada en Posada.

Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central – Mural de Diego Rivera.

La revolución como instrumento de la cultura tiene un ejemplo poco conocido, pero que refleja cómo es que la revolución, más allá del tratamiento como un tema, puede influenciar en la cultura. La famosa Casa de las Américas albergó a los escritores del boom latinoamericano que mostraron simpatía por el gobierno cubano. Sin embargo, ya existían personajes, como el Che Guevara, que eran propensos a la lucha armada, pero no la intelectual, esta fue la meta de muchos escritores.

Julio Cortázar, famoso escritor argentino, utilizó la noción de la revolución para plasmarlo en la forma en como se concebía la novela tradicional; así creó “Rayuela”. La trama de este libro se centra en la historia de amor entre Horacio Oliveira y La Maga, pero también desarrolla problemáticas estéticas, filosóficas, budistas, lingüísticas y literarias. Esta obra es mundialmente conocida por su estructura, la anti-novela. Leerla es como un juego en el que un capítulo te remite a otro, no siendo necesariamente el siguiente, sino del quinto capítulo uno podría llegar al vigésimo quinto o retroceder. Hoy en día, se postula que el tratamiento de la obra bajo esa estructura se da debido a que Cortázar busca revolucionar la novela tradicional, tratando de plasmar su simpatía por el comunismo en un objeto plástico.

“Rayuela” más allá de un tratamiento bajo su estructura, también presenta la búsqueda de Horacio, una de ideas incompletas, inconexas y realidades que se mezclan bajo un lenguaje visual. Este libro que se presenta como una novela total, también es revolucionario de distintas temáticas y áreas que dejan al lector preguntándose por respuestas.

Una realidad más cercana

¿Por qué la cultura debe de ser sólo accesoria? Quizás una de las mejores explicaciones sea que esto ocurre debido a que, tradicionalmente y por mucho tiempo, se conoció la división en tres generaciones de los derechos fundamentales, ocupando la cultura un derecho de segunda generación, es decir, se encontraba luego de asegurar la libertad política, económica, de opinión, pensamiento, religión, el derecho a la vida, no discriminación, seguridad y ciudadanía.

En nuestro país la cultura tomó la época del conflicto armado, quizás lo más similar a una revolución, pero no desde un punto incitador, sino como el reflejo de las consecuencias de un tiempo devastador, como el movimiento literario Kloaka o el taller de grabado NN, este último auspiciado por la Municipalidad de Lima en 1986.

Sin duda el Estado peruano conoce el dicho de “cuando una puerta se abre, otra se cierra”. Estas tres semanas del año se han inaugurado una gran cantidad de exposiciones en distintas galerías, todas privadas, así como una nueva muestra en el Museo Pedro de Osma y la inauguración del Museo de Arte Contemporánea de Barranco. La única mala noticia que estremeció a Lima en el rubro de cultura (porque no todo es revocatoria) fue el cierre intempestivo de la Casa de la Música, dejando en el aire a 500 jóvenes músicos, a pesar de tan sólo tener dos años de fundada.

Las instituciones culturales públicas carecen de éxito y de iniciativa, dejando de lado a las asociaciones culturales privadas, agregadurías culturales de embajadas, industrias del entretenimiento, entre otro. Más aún, el Ministerio de Cultura (MINCU) lo único que han logrado es entorpecer a muchas de sus instituciones culturales públicas, debido a que el Ministerio de Economía aún no reglamenta la Ley de Mecenazgo por no contar con un mecanismo de fiscalización idóneo.

México, Chile y Nicaragua cuentan con órganos públicos similares al MINCU, pero que tienen una historia de entre 20 a 10 años de fundados. En cambio, el Perú creo el Instituto Nacional de Cultura en el 2001,  dándole autonomía como Ministerio en septiembre del  2010. Hasta este año, hemos teniendo tres ministros distintos en tan sólo tres años.

Me cuesta mucho creer que tener algo qué comer no sea tan necesario como leer y escribir.  Además, cómo es que nos encontramos dejando de lado un gran bagaje cultural, yendo de un patrimonio histórico a lo artístico. ¿Cómo poder concebir la ciudad de Lima o provincias sin haber leído la poesía de Blanca Varela, Martín Adán, Eielson, César Vallejo?¿Cómo entender el Perú sin haber leído Arguedas, Ricardo Palma, Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro? ¿Cómo poder ver nuestro país sin Sabogal, Teodoro Nuñez Ureta, Merino, Víctor Humareda, Tilsa, entre otros?

¿Revolución cultural o cultura de la revolución? Yo no comparto la ideología de la revolución mexicana, sandinista o comunista. Sin embargo, creo que se ha comenzado a vislumbrar cambios por parte de la ciudadanía, al menos en Arequipa y en distintas partes del país. Se acaba de crear la red “Más cultura” que busca crear conciencia sobre políticas culturales a nivel nacional. Actualmente, se busca hacer respetar la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública. Arequipa tuvo un primer éxito, pues se logró que la Municipalidad presentase su balance anual de inversión y obras públicas.

Una revolución cultural no es una de armas y lanzas al fuego, sino todo lo contrario. La cultura demuestra ser un tipo de manifestación pasiva, pero muy expresiva y eficiente.

¿Qué esperas tú?