Por Guillermo Arribas I. Abogado. Profesor de Derecho de Contratos, Derechos Reales y Comunicación Eficaz en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Asociado del estudio Payet, Rey, Cauvi, Perez Abogados.

En las últimas semanas tuve la suerte de participar en un programa intensivo de integración Iberoamericana que se desarrolló en España y Bélgica. Bajo el nombre de “XIII Edición para Jóvenes Líderes Iberoamericanos”, la Fundación Carolina, junto al Banco Santander y la Fundación Rafael del Pino, prepararon una ambiciosa agenda de visitas a distintas personalidades de estos países.

Esta edición del programa incluyó audiencias con Ministros del Gobierno Español (entre los que estuvo la Ministra de la Presidencia y Portavoz del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, en el Palacio de la Moncloa), altos funcionarios del Parlamento Europeo (como es el caso de Ramón Jáuregui, presidente de la delegación en la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana) y directivos de destacadas empresas españolas (dentro de las cuales estaban el propio Banco Santander, el BBVA, Repsol y Telefónica).

El programa agrupó a 50 profesionales titulados de 21 países de Iberoamérica.  Con una edad máxima de 27 años, la selección incluía diversas carreras (microbiología, medicina, sicología, matemática, ingeniería civil, ingeniería química, contabilidad, economía, administración, política, relaciones internacionales, derecho, comunicación, periodismo, actuación, entre otras). Por Perú fuimos 3 representantes, un abogado, una administradora y una comunicadora.

El comité de selección se encargó que todos los participantes habláramos el mismo idioma, el del esfuerzo. En este idioma es posible entender cualquier acento o idioma, inclusive el portuñol.

Según las bases, los 50 seleccionados debían presentar como requisito esencial un expediente académico “brillante”. El término “brillante” es difícil, de hecho, la gran mayoría de becarios no se consideraban como tal, primera característica de alguien brillante. Mientras más se trabaja, mas consciencia se tiene de lo que falta por hacer. 

Tras conocer a los becarios me di cuenta que el “brillo” del expediente provenía de historias de vida sorprendentes. No por fáciles, sino por duras. El trabajo y la determinación hizo de desastres hermosos caminos. Enfermedades, pérdidas cercanas, presiones políticas, accidentes, crisis, necesidad. En este momento me di cuenta que seguro la Fundación Carolina había cometido un error conmigo, pero decidí no decir nada y disfrutarlo.

“21 países un solo corazón” fue el nombre con el que este destacado grupo de jóvenes profesionales bautizó a Iberoamérica. El corazón es la bomba de circulación de la sangre en nuestro cuerpo. A través de un complejo sistema interconectado, nuestro corazón cumple la importante labor de irrigar todos los órganos de nuestro cuerpo. Iberoamérica, por su historia, es muy similar a este cuerpo. Cada país es un órgano y la identidad iberoamericana hace que una serie de relaciones sociales, políticas y económicas circulen de un país a otro.

Pensemos en el Perú. Las tiendas por departamento más grandes en nuestro país son de capitales chilenos (Saga Falabella, Ripley y, desde hace poco, Almacenes Paris). La compañía líder en el mercado de telefonía es Telefónica, empresa española. Odebrecht, empresa de construcción brasileña, forma parte de la ejecución de varios de nuestros proyectos de infraestructura (a pesar de los últimos escándalos de corrupción suscitados alrededor de esta). ¿Por qué estás empresas están en Perú? Como estos casos podríamos citar varios ejemplos relacionados con México, Colombia, Ecuador, entre otros. ¿Qué pasaría si es que ocurre un desastre natural en estos países?, ¿un desastre político?, ¿un desastre financiero?

Si la sangre deja de correr correctamente por el cuerpo, o se contamina, tenemos un serio problema. ¿Qué pasaría con los proyectos de infraestructura en los que participa Odebrecht si los escándalos alrededor de esta se confirmaran?, ¿qué hubiera pasado si producto de la crisis financiera española el BBVA, uno de los Bancos más grandes en el Perú, hubiese quebrado en España?, ¿qué pasa cuando el gobierno Venezolano utiliza de manera inadecuada sus reservas de petróleo? Si no somos conscientes de estos fenómenos nuestro cuerpo vivo iberoamericano operará de manera disfuncional o, mejor dicho, no funcionará.

¿Por qué Iberoamérica? La globalización desdibuja fronteras favoreciendo el comercio internacional. Las relaciones de nuestro país con Estados Unidos y China, por ejemplo, son cada vez más importantes. Pero, aun así, Iberoamérica tiene un espacio ganado en nuestras realidades ¿Por qué? ¿Por qué cuando estamos en una reunión de distintos países se nos hace más natural juntarnos con españoles, argentinos, mexicanos o chilenos en lugar de alemanes o ingleses? Es porque todos venimos de la misma semilla, de una u otra forma hemos compartido historia.

Lo que en su momento fue una dura conquista es más bien hoy una gran suerte homologadora. “No hay mal que por bien no venga”, era la idea que se me venía a la mente cuando un miembro del Ayuntamiento de Ávila nos explicaba que la razón por la que hoy tienen una muralla medieval intacta es porque a lo largo de la historia nadie se interesó en la ciudad, por lo que sufrió menos saqueos que las otras. Lo mismo tenemos en Iberoamérica, un pasado duro escrito con sangre selló una muralla cultural común.

Una de las reglas principales para decidir desarrollar o no un negocio, más allá de los números, es si el cliente se siente o no cómodo con quién será su socio. En varias oportunidades  he visto como estados financieros impecables se han dejado de lado por falta de confianza en quién será el futuro socio. Diga lo que se diga, entre los países iberoamericanos nos vemos como iguales, generando la fácil circulación de relaciones entre nosotros.

Debemos guardar con especial cuidado el corazón Iberoamericano. No podemos abandonar Cuba, desentendernos de Argentina o permitir que continúe la asfixia de Venezuela. De una u otra forma el destino de nuestros países termina afectando al resto. Estamos conectados por la misma red sanguínea.

Si bien hay mucho por hacer, estoy tranquilo. Luego de haber pasado por este proceso sé que Iberoamérica tiene guardianes incansables, de los que no bajan los brazos, de los que no cierran los ojos. Debemos seguir adelante, el límite al futuro depende únicamente de nuestra imaginación y esfuerzo. Iberoamérica está hecha de voluntad: “21 países un solo corazón”. 

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