Por Óscar Daniel Del Valle Salinas, bachiller en Derecho por la PUCP y ex miembro de la Asociación Civil THEMIS. Actualmente trabaja en el gabinete de asesores del Ministerio de Cultura. 

Luego de las elecciones del 5 de octubre, muchas personas no han llegado a comprender la preferencia de los limeños por Luis Castañeda Lossio. No solo no la comprenden, sino que tildan de inmorales a quienes lo eligieron por no sancionar la corrupción con su voto en contra. Sin embargo, el electorado no es tonto, ni corrupto, ni inmoral. La decisión tomada responde, por el contrario, a la más absoluta racionalidad económica; se trata de “un voto conservador informal”.

Me explico: Lima es una ciudad con cerca de un 70% de informalidad. Gran parte de ella, conformada por negocios de migrantes o hijos de migrantes, que además tuvieron que esforzarse mucho para sobrevivir en la capital y que hoy, empujados por los beneficios del desarrollo, empiezan a ver los frutos de su esfuerzo. Una candidata como Susana Villarán, que ofrece reformas y cambios la tiene difícil ante este escenario. Su gestión ha quedado signada por dos importantes y necesarias reformas: la reforma del mercado mayorista en La Parada y La Reforma del Transporte.

Si todos hemos sido testigos de la conflictividad y la gran resistencia al cambio que estas reformas han generado, ¿por qué nos extraña que el resto de comerciantes informales tenga temores respecto de una segunda gestión edil por parte de Susana Villarán? ¿Por qué nos extraña que los demás candidatos les generen dudas, si ninguno recogió ni rechazó de manera contundente las reformas emprendidas y pendientes?

Es lógico que, luego de haber alcanzado cierta estabilidad económica y teniendo mucho que perder con una alcaldesa reformista, lo más racional para el comerciante informal sea emitir un “voto conservador informal”. Sobre todo si, como señala Julio Cotler, “el 60% de la clase emergente es todavía vulnerable y puede caer nuevamente en la pobreza ante un resfrío”.

El alcalde que mejor capitalizó este temor por parte del electorado informal es Luis Castañeda Lossio, un alcalde ciertamente sin propuestas y que parece prometer un continuismo en vez de alentar las reformas estructurales y de raíz que Lima necesita. Desde la visión de los comerciantes informales, resulta favorable un voto conservador que no va a alterar sus vidas ni sus bolsillos y creo que es perfectamente entendible.

Mientras que todos los candidatos buscaban comprender las necesidades de Lima y emprender los cambios que necesitaba como ciudad, Castañeda comprendió los temores de una mayoría y les dio tranquilidad, devolviéndolos a la zona de confort. Por ello, la molestia ante este escenario radica principalmente en los sectores socio económicos A y B, quienes ya estaban listos para dar el siguiente paso y se han visto obligados a retroceder.

Para terminar, creo que ha habido una percepción errónea al centrar el debate entre los conceptos de honestidad y corrupción, cuando en realidad Lima se estaba jugando la batalla entre la reforma y la continuidad. Si algún candidato quería ganar en Lima, tendría que haberse puesto del lado de la gente, pero de verdad, centrando su campaña en un programa potente, enfocado en los emprendedores y los informales, mostrando los beneficios de la formalidad, pero sobre todo ofreciendo seguridad jurídica y predictibilidad económica. Pues, a final de cuentas, por la plata baila el mono.

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