Por Paola Ochoa y Sandra Carrión, estudiantes en la Facultad de Derecho de la PUCP y miembros de la comisión de Desarrollo Social (Khuska) de THEMIS.

“Un joven con depresión intenta suicidarse lanzándose de un puente peatonal en Villa El Salvador, pero queda (quizá arrepentido) colgado de la baranda mientras unos transeúntes intentan ayudarlo. El joven llora mientras le piden que no se mate, que la vida en este país aún vale la pena. A lo lejos un chofer de la Línea 10 que va por el carril derecho, lo ve colgando del puente y acelera para cruzarse a la izquierda y detenerse. El cobrador sube al techo para coger los pies del suicida y alguien más -quizá un pasajero- sube también para ayudar. Y lo rescatan. El chico parece desmayarse cuando ya lo tienen seguro. Estira los brazos y sus piernas caen a un costado, su cabeza también, pero lo reciben con cuidado. Es la imagen de un Cristo al que bajan de la cruz (su cruz personal). No debe tener ni treinta años.(Anónimo – 2019)

Como este caso, existen miles en nuestro país y el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una persona pierde la vida producto del suicidio cada 40 segundos y es la segunda causa principal de defunción en personas que tienen entre 15 a 29 años. [1] Esta es solo una de las muchas manifestaciones relacionadas a enfermedades mentales, las cuales según la UNESCO son más comunes de lo que parecen, en tanto las padecen, vienen padeciendo o han padecido alrededor de 450 millones de personas en todo el mundo. [2] Sin embargo, una cantidad muy reducida de ellas reciben un tratamiento, asistencia y apoyo de manera adecuada. Esto deja a dichas enfermedades en un plano de invisibilidad afectando los derechos fundamentales de quienes la padecen.

Solo en el Perú, según Yuri Cutipé, director de Salud Mental del Ministerio de Salud (Minsa), alrededor de 6 millones de peruanos padecen de problemas de salud mental, de los cuales tan solo 1 millón 100 mil de ellos ha recibido algún tipo de atención.[3] Esta cifra responde a la falta de mecanismos para tratar y prevenir este tipo de enfermedades. Es por ello que  el presente artículo busca generar una reflexión en torno a la salud mental como un derecho inherente a todo ser humano, así como las medidas que hasta el momento ha adoptado el Perú y cómo es que esta afecta a los jóvenes en etapa educativa.

Para empezar, debemos entender a qué nos referimos cuando hablamos de salud mental. Muchas veces tenemos la errónea definición que la reduce a la ausencia de aquellos trastornos o discapacidades comunes a las enfermedades mentales. Sin embargo, la salud mental significa gozar de un estado de bienestar en el que las personas se sienten en tranquilidad, felicidad y capacidad de goce o satisfacción en sus relaciones cotidianas, ya sea en el colegio, familia, centro laboral y en general con la comunidad, por lo que, su deterioro o alteración puede afectar a cualquiera. [4]

Además, es reconocida como un derecho inherente a todo ser humano y, por ende, un derecho fundamental según la Declaración Universal de Derechos Humanos adoptada en 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. En este documento se estableció en su artículo 25°, el derecho a la salud como pilar fundamental tanto a nivel físico como mental. [5] Es por ello que se debe buscar las formas de prevenir las afectaciones a la salud mental y física, tratar el caso y generar conciencia al respecto, dejando de lado los estigmas que muchas veces la rodean. Dicha tarea debe ser encomendada y realizada por el Estado en tanto como un garante y protector de todos los miembros que conformen la sociedad.

Pero, ¿realmente este derecho recibe la atención necesaria en nuestro país? ¿el Estado ha tomado las medidas correspondientes y adecuadas para tutelar este derecho? A mediados de mayo del presente año, en el Perú, se publicó la Ley Nº 30947 o Ley de Salud Mental, en esta se establece un marco legal, con el fin de  “garantizar el acceso a los servicios, la promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación en salud mental, como condiciones para el pleno ejercicio del derecho a la salud y el bienestar de la población” [6]. Es decir, después de casi medio siglo posterior a la Declaración Universal de Derechos Humanos donde aparece el derecho a la salud (tanto física como mental) como derecho fundamental, el Perú tomo acciones respecto a la salud mental. Lo que llama la atención, si consideramos que antes este derecho sólo era reconocido en un artículo de la Ley General de Salud, el cual evidentemente resultó insuficiente.

En ese sentido, la Ley Nº 30947 ha encomendado tomar las medidas necesarias al Ministerio de Salud; específicamente, ha puesto bajo su dirección la coordinación en cuanto a acciones para la prevención, tratamiento y rehabilitación de las enfermedades mentales; así como el resguardo de los pacientes y usuarios de dichos programas. Lo que parece adecuado, pero que en los hechos y en la práctica nos llevan a afirmar que no viene cumpliéndose cabalmente, pues hasta el momento “[…] si bien se impulsaron iniciativas institucionales locales, regionales y nacionales; estas no han llegado a alcanzar la dimensión de una política pública sostenible y a gran escala” [7],  tal como afirman Yuri Cutipé y Humberto Castillo.

De igual manera, respecto del presupuesto para tales acciones, el cual según el director del Minsa, es un factor más que dificulta un mejor avance en la materia; cabe tener en cuenta que solo se le destina S/300 millones a este concepto o lo equivalente al 5% del presupuesto total de este ministerio. [8] Por lo que se espera que el Ministerio de Economía y finanzas le destine un mayor presupuesto a la problemática para, de esta manera, poder mejorar las acciones a tomar como la que se implementó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos con un centro de Salud Comunitario. Accionar que resultó a raíz del alto índice de problemas mentales en los estudiantes universitarios, quienes en su mayoría padecen de depresión y ansiedad. [9]

En efecto, uno de los casos que generó conmoción en los últimos tiempos respecto a la situación en la que se encuentra la salud mental de los estudiantes universitarios fue la difundida manifestación de los estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile (FAU). La cual se realizó debido a la gran sobrecarga académica con la que debían lidiar los estudiantes, quienes en los diversos carteles que exhibían en su puesta en escena, contenidas con frases como: “tengo sueño”, “única tarde libre = trabajo en grupo”, “estoy chota de llorar antes y después de una evaluación”, “la FAU vive ansiedad”, “la FAU vive angustia”, entre otras.

Esta gran carga académica con las que lidian los estudiantes universitarios en general son un reflejo de la imposición de un modelo que promueve la competencia y el exitismo; producto de la moderna sociedad en la que vivimos, la tecnología y el nivel de competencia en el ámbito laboral. Estos son unos de los factores que hacen necesario reflexionar sobre el tema, pues la sobre-exigencia académica podría terminar perjudicando y yendo en contra del derecho a la salud de los estudiantes. Por ello, en las siguientes líneas se analizará dicho derecho en relación a la población universitaria.

Actualmente, vivimos en una sociedad que muchos han denominado “sociedad del rendimiento”, el cual se encuentra caracterizada por un exceso de trabajo y obligaciones, en el cual los individuos están en permanente competencia con los demás y también consigo mismos. Esta idea ampliamente arraigada en nuestro país y en el mundo provoca una autoexplotación voluntaria que se encubre en una “autorealización”, lo que genera un imaginario colectivo respecto a “quien más se exige, más exitoso será”.

En el Perú, el 30% de la población universitaria sufre un deterioro en su salud mental por presión académica, cifra que no es en lo absoluto despreciable [10]. Esta situación se debe muchas veces a la falta de implementación de políticas de cuidados en la salud mental en la comunidad universitaria por parte de las mismas entidades académicas. Es preciso resaltar que estos lineamientos deben partir de una iniciativa del gobierno central, debiendo ser uno de los asuntos principales a atender por el Ministerio de Salud teniendo en cuenta las altas cifras que presenciamos.

Asimismo, a propósito de los exámenes finales consideramos importante resaltar algunos “tips” que podrían ayudar a sobrellevar las cargada de estrés y ansiedad que conlleva atravesar los exámenes finales sin descuidar nuestra la salud mental:

  • Tener un descanso prolongado y de calidad es necesario para que poder rendir durante el día. En ese sentido, no es recomendable dormir menos de 7 horas o, en el peor de los casos, amanecerse estudiando, ya que ello perjudica altamente el rendimiento óptimo del cuerpo y la mente.
  • Siempre es recomendable dedicar unos minutos todos los días para repasar lo visto en cada clase: ello con la finalidad de que todo lo desarrollado en el curso no se acumulen en los últimos días previo a los exámenes finales.
  • Es importante tener una alimentación correcta y balanceada, ya que ello, al igual que el descanso, ayudará a que el cuerpo cuenta con mayor energías para rendir un buen examen.
  • No es recomendable estudiar escasos minutos previo a rendir la evaluación del curso, pues esto aumenta la tensión y el estrés.
  • Es importante la organización, es decir, planificarse de tal manera que se tenga tanto con un horario de estudio y otro de descanso mental, así como un número de horas aproximadas que se dedicará a cada materia.
  • Es recomendable realizar actividad física toda vez que es una excelente medida para recargar energías, oxigenar tu cerebro y reducir los niveles de estrés y ansiedad.

Esperamos que estos tips puedan ser de gran utilidad en estos exámenes finales. Cabe recalcar que la observancia de estos tips son de suma relevancia ya que es menester iniciar un modelo de vida saludable que nos ayuden a prevenir el desarrollo de trastornos mentales, producto de la sobre exigencia y sobrecarga académica normalizada en esta sociedad sociedad que promueve el modelo del exitismo y la competencia.

Finalmente, hacemos énfasis en el hecho que, si bien nosotros podemos adoptar ciertas medidas para sobrellevar la carga del ciclo, reviste igual importancia la implementación de una política que complemente estos esfuerzos con el fin de la protección del derecho a la salud mental de los estudiantes. Adicionalmente, debemos señalar que, si bien existe una regulación al respecto (Ley Nº 30947, Ley de Salud Mental) ella no debe quedar solo en meros propósitos, sino que debe verse materializada en acciones reales que puedan ser sostenibles en el tiempo por la misma naturaleza primordial de este derecho.


Bibliografía: 

Las recomendaciones (tips) vertidas en el siguiente artículo son exclusivos del blog Espacio Sostenible. Enfoque Derecho no se solidariza necesariamente con los comentarios vertidos en este espacio.

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