Por: Roberto Pérez-Prieto de las Casas
Abogado de la Pontificia Universidad Católica del Perú y adjunto de docencia del Seminario de Estrategia y litigación oral.

I. La antesala

Este artículo no pretende ser una lección sobre Derecho, y mucho menos profundizar sobre un tema doctrinal actual para generar una polémica que muchas veces no lleva a nada.

Este artículo pretende que, quienes lo lean, aprecien que existe más de una forma de aprender el derecho. Y que, a diferencia de lo que opina mucha gente, esta disciplina se puede aprender de manera divertida con métodos competitivos que den como resultado un abogado especializado en la teoría y en la práctica por igual.

Afortunadamente a mí me tocó vivir una experiencia como estudiante que me encantaría que fuese replicada en muchas personas más y finalmente pueda ser vista como una forma de enseñar, escapándonos de los métodos tradicionales.

Al leer el título de este artículo, mucha gente creerá que me estoy refiriendo a una reunión social nocturna y de fines de semana. A aquella situación donde la gente se junta y se divierte hasta altas horas de la noche. Si eso es lo que creen, entonces están en lo correcto.

Sin embargo, no se trata de una fiesta cualquiera; se trata de una fiesta del Derecho. Se trata de una fiesta en la que un grupo de estudiantes decide desde principios de año, apostar por un objetivo, y así ser elegidos para emprender un viaje hacia una competencia y finalmente aspirar a ser los mejores de América en una rama del Derecho (por ahora, no importa cual).

Para explicar la razón por la cual califico a esta experiencia como una fiesta es necesario que les cuente un poco mi historia.

II. Fiesta 2011

En febrero del 2011, me enteré que se iba a abrir un curso llamado: “Seminario de estrategia y litigación oral”, que sería dictado por Alfredo Bullard y Roberto Ángeles.

Este curso iba a servir como base para un concurso de arbitraje que se iba a llevar a cabo en Buenos Aires en setiembre de ese mismo año.

Cuando empezó el curso, nadie sabía de las reales dimensiones de lo que iba a pasar luego. Se nos dijo que aquel concurso ya había publicado el caso, y que era nuestro deber separarnos en grupos y empezar a estudiarlo.

Muchos dijimos: ¿Un solo caso para casi siete meses? Nos vamos a aburrir. (Qué inocencia la nuestra).

Desde ese momento, ese caso se apoderó de nuestras mentes durante todo el tiempo. No se podía dormir sin pensar en los distintos argumentos y las distintas aristas que se derivaban del caso. Debíamos preparar demandas, contestaciones y alegatos orales (de demandante y de demandado) en un tiempo record, utilizando todo lo que sepamos y lo que no sepamos sobre la materia del caso (utilizando doctrina y jurisprudencia internacional que nosotros mismos buscábamos).

Finalmente, llegó el examen final del curso, que consistió en una competencia interna para definir a los afortunados que iríamos a Buenos Aires y, una vez más, inocentemente dije: “Por fin terminó. Lo que venga será únicamente un repaso”.

Seis personas fuimos elegidas en ese momento y, en ese instante, sin saberlo, nos convertimos en una familia. Dejamos de salir, dejamos de ver a nuestros amigos (algunos a sus enamoradas) y finalmente nos terminamos convirtiendo en una familia. Inclusive, en un punto, era insoportable vernos las caras (como una verdadera familia).

Estudiábamos el caso día y noche, juntos o separados. Nos dividíamos en sub grupos especializados por temas y solo teníamos un objetivo en mente: ganar el concurso.

Nuestros coaches, Alfredo Bullard y Roberto Ángeles (a quienes agradezco infinitamente), se convirtieron en un mosquito en la oreja que no dejaban de criticarnos en cada pequeño tropiezo, inclusive en aquellos que resultan imperceptibles. Necesitábamos ser LA MEJOR VERSIÓN DE LO QUE PODEMOS SER.

Y así fue: desde julio hasta setiembre, tuvimos un entrenamiento intensivo que finalmente hizo que las seis personas elegidas nos convirtiéramos en la mejor versión de lo que podíamos ser. No solo académicamente, sino, lo más importante, como personas.

Al llegar a Buenos Aires, el ambiente era impresionante. Cincuenta y tres equipos de todos los países de América reunidos con un solo objetivo. Gente muy nerviosa, llorando, practicando sus alegatos. Se vivía realmente una fiesta del derecho. Fueron esos días, además, en los que nuestros argumentos mejoraron notablemente, dada la presión y la adrenalina que nos permitían estar despiertos más tiempo que cualquier persona normal.

Tuvimos encuentros muy duros y pusimos a prueba todo nuestro esfuerzo, y finalmente caímos en octavos de final, ante otros muy buenos competidores colombianos.

La decepción fue grande en ese momento. Sin embargo, tiempo después, nos dimos cuenta del verdadero sentido de esta historia, el cual no era ganar, no era derrotar a los demás. El verdadero sentido de esta historia, fue aprender todo lo que pudimos aprender en ese tiempo, ver cuánto podíamos rendir si nos exprimíamos al máximo, probar de qué estábamos hechos y, finalmente, el disfrutar trabajar en equipo.

Todas estas cosas las aprendí gracias a mis “coaches”, a quienes les debo muchísimo, pero, sobretodo, gracias a mis amigos, con quienes nos volvimos un puño.

III. Fiesta 2012

Este año, la competencia se llevó a cabo en Washington DC, y los que en el 2011 éramos concursantes, este año nos volvimos “coaches” bajo la dirección de Alfredo Bullard.

No los voy a aburrir con toda la historia desde marzo. Sin embargo,  les puedo decir que, si el año pasado estuve orgulloso de lo sucedido, este año lo estoy el doble. Porque este año tuve la oportunidad de ver este proceso de aprendizaje en siete personas excepcionales, que desde el principio no sabían a qué se estaban metiendo y finalmente hoy puedo decir que nos han superado ampliamente; y más allá de la instancia a la que llegaron (que fue superior a la nuestra), puedo decir que el proceso de aprendizaje fue mucho mejor que el del año anterior y eso no hace más que reafirmar que desde el principio estábamos por buen camino.

IV. Después de la fiesta

Como habrán podido darse cuenta, les he relatado una historia que involucra amigos, que involucra malas noches e involucra a mucha gente desconocida que está reunida en un mismo lugar, buscando el mismo objetivo: DIVERTIRSE.

En otras palabras, les he relatado la historia de una FIESTA, tal vez la mejor fiesta que me ha tocado vivir y que ojalá me toque vivir por muchos años más. No solo porque aprendí muchísimas cosas sobre mi carrera, sino porque tuve la oportunidad de conocer gente extraordinaria y de estar frente a lo que creo que es una revolución en la enseñanza del Derecho.

No quisiera terminar sin antes mencionar a mis amigos con quienes tuve el honor de compartir la primera fiesta: Milan Pejnovic, Luis Miguel Dasso, Ahmed Manyari, Jose María de la Jara y Tatiana Herrada.

Este 2012, los protagonistas fueron: Walter Piazza, Fabio Nuñez del Prado, Guillermo Arribas, Andrea Cadenas, Francisco Lira, Ángela Cámara y Jorge Luis Morelli.

Sin embargo, nada de esto hubiese sido posible sin la dirección de Alfredo Bullard y Roberto Ángeles, diseñadores de este movimiento (al menos en la PUCP).

Por último, quiero saludar al equipo de la Universidad del Pacífico, quienes se sumaron a esta idea de enseñar el derecho de manera distinta. También al equipo de la Universidad de Lima que, aunque sus profesores no estén apostando todavía por esta idea, estoy seguro que al ver la dedicación de sus participantes no tendrán reparos en sumarse a esta campaña.

En definitiva, espero que este artículo sirva para que más gente se sume a esta idea de enseñar/aprender el derecho teniendo presente que lo más importante en un proceso de aprendizaje son los alumnos y la búsqueda de su excelencia (académica y como personas).

3 COMENTARIOS

  1. «La vida no se vive por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento» y para ser sinceros, ambas experiencias, la del 2011 y la del 2012, me dejaron sin aliento. Son esos los recuerdos que quedan impresos en la mente de las personas.

    Concuerdo totalmente con Roberto, nosotros fuimos parte de dos fiestas muy particulares, a través de las cuales no solo aprendimos derecho sino que vivimos derecho. Y lo vivimos de la mejor manera posible: compartiendo con un grupo de personas excepcionales que considero han hecho que cada uno de nosotros sea una mejor persona de lo que era antes (tanto a nivel académico como a nivel personal).

    Ernesto Sábato dijo una vez que «toda vez que nos hemos perdido un encuentro humano algo quedó atrofiado en nosotros, o quebrado.» En nuestro caso fue todo lo contrario, logramos un encuentro humano tan enriquecedor que nos cambió para siempre.

    Al igual que Roberto, espero que más personas estén dispuestas a apostar por esta forma de aprender derecho y, en consecuencia, que más personas estén dispuestas a vivir momentos que las dejen sin aliento.

  2. Gracias Roberto por una reseña que refleja muy bien lo que se siente. No solo creo que es una manera diferente de aprender derecho. Creo que es la mejor manera de aprender derecho (creo que es la mejor manera de aprender cualquier cosa). Mis tres experiencias como coach y las dos como profesor del curso junto con Roberto Angeles se encuentran, de lejos, como las mejores experiencias académicas y docentes de mi vida. Y estoy seguro que este es un camino seguir para formar mejores abogados y mejores personas.

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