En marzo del presente año, se comenzó a debatir en el Congreso la denominada “Reforma Electoral”. Debido a la relevancia del tema, Enfoque Derecho creó una Semana Temática con artículos y entrevistas a distintos especialistas para analizar cada una de las medidas planteadas e invitar a reflexionar a nuestros lectores sobre la importancia del tema. Lamentablemente, los proyectos que hasta el momento se han aprobado y los que tienen consenso para llevarse al Pleno no representan el corazón de una verdadera reforma que permita cambios estructurales en la legislación electoral. Por ello, para cerrar esta iniciativa, el presente editorial analizará las propuestas que el Congreso debe aprobar para generar una verdadera transformación de nuestro sistema electoral.

Para empezar, es necesario saber para qué sirve una reforma electoral. Al respecto, consideramos que un cambio en esta materia se basa fundamentalmente en dos pilares. El primero de ellos consiste en el fortalecimiento del sistema político y su institucionalidad, a fin de lograr una mayor transparencia y calidad de las autoridades elegidas por voto popular. Esto cobra relevancia toda vez que un fortalecimiento del sistema de representación general permite una actuación más adecuada y atenta a las necesidades de la población. En ese sentido, una medida que apuntaría hacia este objetivo es el retorno a la bicamerialidad, ya que este permite una mayor desconcentración del poder y un mejor filtro de nuestros representantes y de las normas que los mismos emitan.

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Por otro lado, un segundo pilar de la reforma electoral se basa en la necesidad de garantizar el derecho de participación política de los ciudadanos. Esto implica, entre otras cosas, que se generen las condiciones para que todo individuo tenga la posibilidad de participar activamente en la política y no se vea privado de iniciar actividades en este ámbito. Entonces, no basta con asegurar la participación de las personas mediante las votaciones; en un sistema democrático como el nuestro, es necesario además que todos los ciudadanos tengan la oportunidad de desarrollarse, competir y aportar dentro de estos espacios políticos. Por ello, resultan necesarias medidas como el fortalecimiento de la democracia interna de los partidos políticos o la participación igualitaria, pues permiten la eliminación de barreras arbitrarias que actualmente existen en nuestro sistema y generan las condiciones para que toda persona pueda competir y desenvolverse adecuadamente en este ámbito.

Ahora bien, a pesar de que nuestro Congreso ha tenido tiempo para analizar y debatir este paquete de proyectos, lo cierto es que hasta el momento ninguna de las iniciativas que hemos mencionado tienen consenso suficiente para llevarse al Pleno, e incluso algunas de ellas ni siquiera se encuentran en los planes de nuestros parlamentarios. Ante esto, surge la pregunta: ¿realmente nos encontramos frente a una verdadera reforma electoral? No negamos la importancia de haber aprobado medidas como las modificaciones a los requisitos de la revocatoria, la implementación de la curul vacía o las nuevas exigencias en la hoja de vida; pero es preciso recalcar que las mismas serán ineficaces para lograr un verdadero cambio en nuestro sistema político si no vienen acompañadas de reformas sustanciales y estructurales que respondan a los pilares que fundamentan la necesidad de una reforma electoral. Caso contrario, únicamente estaremos frente a la promulgación de leyes aisladas y populistas que no permiten apagar el incendio bajo el cual se encuentra hoy nuestro sistema de representación.

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A poco más de un año para las próximas elecciones a nivel nacional, el panorama no es muy alentador. No solo por la ausencia de nuevas propuestas y candidatos, sino también por la falta de condiciones dentro de nuestro sistema electoral para lograr mejores filtros, calidad, participación y, por ende, oportunidades de cambio. Desde esta tribuna, hacemos un llamado a los congresistas para que asuman el rol que les corresponde y coloquen en agenda las propuestas que permitan una verdadera reforma electoral. Es en momentos como estos, donde la tan olvidada capacidad política para dialogar, negociar y consensuar requiere ser puesta en marcha para promover estas iniciativas.

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