Por María de Fátima Aldave León,

directora del área de contenido e investigación de Somos Amalia.

 

Es difícil ser víctima y contar tu historia. Ahora pensemos en ser víctima, contar tu historia y no ser escuchada. El público del que se demanda un mínimo de interés no responde porque no existe (o no se le dio la oportunidad que exista). Las vivencias son eclipsadas y fragmentadas. Es sabido que muchas de las luchas sociales han tenido su vía de expresión no solo a nivel político y legal, sino a través del arte y cultura, siendo ambos escenarios para gestar interrogantes y sustentar ideologías. La literatura, como tal, constituye un medio de reivindicación, protesta y reclamo. Como mencionó Annie Ernaux en el discurso de aceptación del premio Nóbel,  la escritura habría constituido una forma de venganza íntima, una manera de liberarse de las experiencias vividas en relación a su condición de mujer y pobre.

En su libro “Una Habitación Propia”, Virginia Woolf hace manifiesto este público ausente e inexistente cuando se trata de mujeres literatas. Si bien la historia está plagada de ellas como ideas, como cuentos, como garantías, como motivo de traición, y por supuesto como musas, poco se explora y gravita en ellas como creadoras: “De ninguna manera una mujer de clase media equipada solo con inteligencia y carácter podría haber participado en alguno de los grandes movimientos que, en su conjunto, constituyen la visión de los historiadores sobre el pasado.  (…) Ella nunca escribe su propia biografía y es raro que lleve un diario; se ha conservado solo un puñado de sus cartas. No ha legado obras de teatro ni poemas que nos permitan juzgarla.(…)”. Estas ausencias han sido omnipresentes, siendo que en Latinoamérica (y en específico su importante movimiento literario “el boom latinoamericano”) no es posible reconocer espacios de plurales, recopiladas y difundidas referencias a autoras quienes nos den un acercamiento al sentir y al talento regional de aquellos años.

Salomone (1996) indaga brevemente en el porqué de esta ausencia. Así, señala que investigaciones, como la de Subercaseux (1991) han determinado que el modelo latinoamericano ha sido desarrollado utilizando un conjunto de textos que abarcan el ensayo, el pensamiento político y social, el pensamiento económico y estético. De igual parte, destaca que otro sector ha hecho énfasis en la preeminencia de la literatura hacia el relato de la realidad y la identidad latinoamericanas en el corpus ensayístico de los últimos doscientos años. Sin embargo, como bien señala la autora, estos temas, si bien entre otros, sí han sido tratados por las literatas latinoamericanas, no constituyendo una razón objetiva por la cual excluirlas del reconocimiento a los que otros autores han sido expuestos.

Desde Perú, Clorinda Matto de Turner contribuyó a la denuncia de la injusticia y la visibilización de la opresión indígena y la falta de equidad en la sociedad de la que ella era parte. Por su parte, Rosario Castellanos abordó desde la identidad mexicana hasta el feminismo per se, considerada como una de las precursoras del movimiento a nivel regional. Alfonsina Storni, en Argentina, cuestionaba las normas de género sociales y morales predominantes en el contexto en el que se encontraba. De la misma manera, Clarice Lispector, a través de la exposición de la identidad, psicología y dinámicas sociales, nos da un acercamiento al escenario al que habitaba.

En consecuencia, las autoras latinoamericanas han explorado a través de sus creaciones diversas dimensiones dignas de reconocer y difundir. Recordemos que para reconstruir el pasado el margen de información también debe involucrar a los grupos que han sido vulnerables o a quienes se les ha impuesto normas morales que se veían obligados a respetar por ser el status quo. En este escenario, como menciona García Villalba (2019) siguiendo a Erika Bornay, la mujer se presentaba de forma maniquea: ángel o demonio, mujer natural versus mujer artificial. Todo esta situación, señala la autora, ocultaba la verdadera y vulnerable situación en la que se encontraban las mujeres, ya que quedaba enmascarada por un dualismo y dicotomía simple que se retrataba en la tradición. En consecuencia, la mujer era excluida de la creación cultural, prueba de ello es que muchas tenían que usar nombres masculinos para publicar sus trabajos.

Ha sido un largo camino el que las artistas y su legado han recorrido para salir de las sombras de modo genuino. Como pendiente, debemos orientar nuestra mirada a un reajuste y seguir otorgando espacios para la investigación de todas las autoras pasadas que en su momento se vieron limitadas a la inspiración o como complemento al corpus temático de la época. También pudieron ser autoras, no traicionemos ese origen.


Referencias bibliográficas

ERNAUX, A. (2022). Discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura [Discurso Principal] Premios Nóbel 2022, Estocolmo, Suecia.

Salomone, A. N. (1996). Mujeres e ideas en América Latina: una relación problemática. Universidad Nacional de Cuyo.

https://economicas.bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/1743/salomonecuyo13.pdf

Woolf, V. (2016). Una habitación propia. Greenbooks editore.

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